Miro hacia atrás y me doy cuenta de cuánto hemos crecido gracias a esta situación tan peculiar que nos ha tocado vivir. En el mundo de la diversidad hemos vivido un tiempo de incertidumbre y en constante alerta debido al COVID, pero también hemos podido comprobar la capacidad de trabajo en equipo con nuestros/as chicos/as.

Nuestra labor no era solo personal, nos encontramos con un sector que debíamos proteger ante todo y que no entendía, en muchas ocasiones, por qué no podían ver a sus familias, por qué no podían disfrutar de un rato de ocio entre sus compañeros/as de otras unidades, pero lo que más les costaba entender era porque sus monitores/as no podían abrazarlos, escondidos/as detrás de unos trajes que nos hacían aún más irreconocibles ante ellos/as, descubriendo que una mirada vale más que mil palabras.
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No fue fácil la verdad, pero en ese momento dejamos todo a un lado y sentimos una fuerza que nos unió a todos/as para caminar de la mano y que el COVID fuera una anécdota más en nuestras vidas. Lo difícil fue perder chicos/as en el camino sin poder despedirles, pero también es cierto que lo hemos hecho bien ¡muy bien!
Y gracias a todas esas medidas que llevábamos a raya, hemos logrado resultados más positivos que negativos. Hemos llorado de impotencia cada vez que nos veníamos abajo por el cansancio, nos hemos sentido desvanecer por el calor provocado por ese traje que agobiaba por momentos, pero también hemos reído descubriendo nuestro lado más creativo, hemos aprendido a que en tiempos difíciles lo más valioso es el amor por nuestro trabajo.

No llevan bien el confinamiento, pero tampoco nos lo ponen tan difícil, pues les hemos contado la verdad, “chicos/as hay un virus que debemos vencer y lo principal es protegeros y cuidaros, para que cuando todo acabe podamos celebrarlo ¡a lo grande!”.
Una de las herramientas que más hemos utilizado es el deporte, en todas sus variantes, ya que nos ayudaba a cansarles y a que su cabeza desconectara por un momento.
El deporte ha sido una vía de escape en situaciones de estrés, ayudando a calmarles. También ha sido un ratito de diversión y en el que hemos tenido que adaptar debido a las distancias que se debían tomar.
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En definitiva, nos queda aún un camino por recorrer, pero mi experiencia me ha llevado a comprender que saldremos de esto porque si algo te da trabajar en el mundo de la diversidad son ¡alas para volar!
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Vale la pena las eternas horas de trabajo bajo situaciones de máxima alerta, pero vale más la pena poder contarlo y que ¡ellos/as lo cuenten también!
Cristina Espada Amigó
Auxiliar Técnica educativa