Moverme para vivir… Vivir para moverme

Vamos a comenzar este artículo reflexionando sobre nuestro cuerpo, a través de un texto escrito por Pablo Berruezo y Adelantado (1995):

 “Una mesa tiene patas. Si miramos una mesa y la definimos seguramente diremos que es una superficie plana horizontal al suelo, que se mantiene estable a una distancia del mismo y nos permite colocarnos, normalmente sentados, junto a ella para realizar actividades manuales que requieren un apoyo de instrumentos o útiles, como es comer o escribir. Lo que la mantiene a esa distancia del suelo suelen ser una o varias patas. Decimos que una mesa tiene patas, pero podremos imaginar una mesa que no las tenga, que se apoye en un soporte clavado a la pared, por ejemplo. Por tanto, si una mesa puede o no tener patas y sigue siendo mesa, las patas no son una característica necesaria o esencial. Sin embargo, nunca diremos que una mesa tiene superficie porque si no tiene superficie plana no será una mesa, ya que la superficie plana sí es una característica necesaria, esencial. La mesa no tiene una superficie plana, es una superficie plana. Volvamos al cuerpo. El ser humano ¿tiene o es un cuerpo? Si decimos que tiene un cuerpo, al igual que las patas de la mesa, estamos diciendo que el cuerpo no es esencial al ser humano. Yo personalmente he visto algunas mesas sin patas, pero nunca he visto un hombre o una mujer sin cuerpo. Estoy convencido de que el cuerpo es esencial al ser humano y por tanto somos un cuerpo.”

 

Así que, a la vista de estas palabras… más que tener somos un cuerpo, con lo cual al reducirlo “a tener” en vez de “a ser”, puede que estemos olvidando un poco su importancia y/o relegándolo a un segundo lugar, tanto en la persona con, como sin discapacidad intelectual… ¿os habéis planteado la cantidad de cosas hacemos con nuestro cuerpo?

  • Captamos el mundo que nos rodea: sentimos, notamos, percibimos, recibimos informaciones…
  • Ejecutamos acciones: hacemos cosas, realizamos tareas, intentamos hacer lo que pretendemos, consiguiéndolo o fracasando…
  • Nos comunicamos con otras personas: entendemos lo que nos dicen, expresamos lo que queremos decir (y lo que no), hablamos, escuchamos, contamos, decimos…
  • Mostramos nuestra actitud respecto a las normas o costumbres de nuestra sociedad: manifestamos aceptación o rechazo, cumplimos, respondemos, criticamos, juzgamos, obedecemos, huimos…
  • Aprendemos y enseñamos: imitamos, mostramos, elaboramos…
  • Desarrollamos formas propias de comportamiento: cambiamos, nos oponemos, creamos, gestionamos, contrastamos, decidimos…
  • Manifestamos intereses y deseos: revelamos, intuimos, ocultamos, controlamos…
  • Nos relacionamos con nuestro entorno próximo: interactuamos, cooperamos, competimos, compartimos, excluimos, damos, recibimos…

Sin embargo, ya sabemos que el ser humano es un todo, y que estimulando el cuerpo llegamos a la mente y viceversa. Nuestro cuerpo tiene distintas dimensiones. Podemos resumir que tenemos un cuerpo que hace y se mueve (dimensión funcional), un cuerpo que siente (dimensión emocional), un cuerpo que conoce y aprende (dimensión cognitiva) y un cuerpo que se comunica (dimensión relacional o comunicativa).

Dimensiones corporales de la acción motriz. Tomado de Berruezo, P.P. (2000).

 

Así, la realización de distintas actividades, que se van a realizar en distintos contextos, con distintas personas y materiales, van a ayudar a mejorar la participación y la calidad de vida de la persona con discapacidad intelectual, ya que, al entender la persona como un ser biopsicosocial, se van a estimular todas sus áreas (motora, cognitiva, emocional, comunicativa, social y de autonomía). ¿Qué actividades podríamos proponer? Exponemos algunos ejemplos:

  • Actividades o dinámicas de grupo: de presentación, cooperación, resolución de problemas, expresión, etc.
  • Juegos motores: con materiales reciclados o con material de psicomotricidad: picas, cuerdas, zancos, saquitos de equilibrio…
  • Práctica de deportes: petanca, hockey, fútbol, baloncesto, balonmano, tenis, voleibol, gimnasia, deportes de lucha, golf, atletismo, etc.
  • Práctica de juegos tradicionales y populares: de nuestro entorno, preguntar a los familiares por los juegos a los que jugaban de pequeños y vivenciarlos, de otras comunidades o países, etc.
  • Realización de actividades en la naturaleza, pudiendo realizar actividades como rutas senderistas, picnics o gymkanas.
  • Juegos de coeducación y educación en valores, fomentando el cuidado del medio ambiente, de la salud o respeto entre distintas culturas.
  • Juegos expresivos: relacionados con aerobic, Zumba, tonificación muscular, realización de coreografías de grupos actuales
o bailes tradicionales, latinos, orientales, danzas del mundo, etc.
  • Juegos circenses: aprender a hacer malabares, a usar el plato chino o el bastón del diablo, etc.
  • La realización de técnicas de relajación: yoga, masajes, estiramientos, etc.
  • Actividades artísticas manuales: como cerámica, talleres de creación de muñecos, pintura creativa, etc.
  • Colaborar en las actividades de casa: salir a pasear perros de los refugios de animales o ayudar en la realización de las compras.
  • Aprovechar las fiestas y/o celebraciones y eventos que se dan en la comunidad: visita de ferias, mercadillos, etc.

Sea como fuere, nuestro cuerpo es nuestro, vivimos con él o a través de él. Hay que dar el protagonismo a la persona con discapacidad intelectual para que sea el dueño de su cuerpo, fomentar su autodeterminación, dándole la oportunidad de realizar actividades que les sean placenteras (como las que hemos mencionado u otras), que les resulten motivantes y que les ayuden a participar y a mejorar su salud y calidad de vida, ya que es SU DERECHO.

 

Sabina Barrios Fernández

Doctora por la Uex. Licenciada en Ciencias del Deporte. Diplomada en Terapia Ocupacional. Formación en Pediatría, Psicomotricidad, Integración Sensorial y Atención Temprana.

Referencias bibliográficas:

 

Barrios Fernández, S. (2012). Un programa de actividad física en personas con síndrome de Down. Revista electrónica de Terapia Ocupacional de Galicia, 16.

Berruezo y Adelantado, P.P. (1995). El cuerpo, el desarrollo y la psicomotricidad. Psicomotricidad. Revista de Estudios y Experiencias, 49 (1): 15-26.

Berruezo, P.P. (2000). El contenido de la psicomotricidad. En Bottini, P. (ed.) Psicomotricidad: prácticas y conceptos (43-99). Madrid: Miño y Dávila.

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