El cerebro es complejo. Todo el mundo lo sabe.
Cuando nacemos, incluso antes, cuando nos estamos formando en el vientre de nuestras madres, el cerebro se está creando y diferenciando. Habitualmente es un proceso jerárquico en dos direcciones: se especializan las redes subcorticales que conectan con las redes corticales por un lado y, paralelamente, se especializan las áreas corticales primarias hacia regiones de asociación.
La maduración de estos circuitos cerebrales en áreas integradas producirán el desarrollo de las funciones cognitivas: la atención, la memoria, el lenguaje, la percepción, las funciones ejecutivas, las praxias, la velocidad de procesamiento…que permitirán a la persona adaptarse y relacionarse con el entorno.


En este proceso, existen diferencias en el desarrollo entre las personas, dependiendo de multitud de factores. Por poner un ejemplo práctico: cuando nacemos lo hacemos con un sexo predeterminado, mujeres u hombres. Pues esta condición al azar, tener 2 cromosomas XX o tener un cromosoma de cada, XY, nos predispone en nuestro desarrollo cognitivo. Se sabe que las mujeres tienen mayor ventaja cognitiva en el desarrollo del lenguaje y en el razonamiento verbal mientras que los hombres presentan una mejor habilidad visoespacial y para el cálculo (Laws, Irvine y Gale, 2018; Siedlecki, Falzarano y Salthouse, 2019).
Así, tanto nuestra carga genética como los factores externos, que son infinitos, como el ambiente en el que nos gestamos, crecemos y nos relacionamos; el ámbito emocional como el apego a nuestra familia y amigos, sentirnos seguros y queridos; la alimentación; el deporte que realizamos; las experiencias vividas… influirán en el desarrollo cognitivo. Por supuesto, existen también otras razones o eventos que a veces suceden y escapan al control externo, que pueden provocar alteraciones o modular este desarrollo cerebral.


Para conocer el rendimiento cognitivo de cada uno de nosotros, es decir, los puntos fuertes y los puntos débiles que nos hacen ser nosotros mismos, se emplea la evaluación neuropsicológica.
La evaluación neuropsicológica es el proceso en el que, a través del uso de instrumentos, tests y procedimientos estandarizados, se valoran de manera sistemática las funciones cognitivas, conductuales y emocionales, que pueden resultar alteradas por patologías del Sistema Nervioso Central (Portellano, 2005).
Pero la evaluación no es sólo una puntuación, una medida del rendimiento. Es una valoración global de la persona, su funcionamiento y su adaptación al entorno. Y es aquí dónde debemos incidir sobre todo: en la adaptación de las medidas de evaluación a la persona que tenemos delante.



Con frecuencia cuando nos encontramos con una persona que presenta alguna dificultad, una queja cognitiva o un cambio en su día a día.., desde el punto de vista neuropsicológico, tendemos a evaluarlos con los tests o herramientas que conocemos para valorar las funciones cognitivas y que están baremados para la población general. Los tests clásicos se administran con una consigna y unas normas predefinidas de qué hacer, que permiten la comparación del rendimiento de la persona con otras personas de características similares. Si a todo el mundo se le presenta una tarea con las mismas instrucciones y ofreciéndole las mismas ayudas, es más fácil evitar “sesgos” o errores de interpretación…
Sin embargo, a veces olvidamos en qué circunstancias estamos conociendo y evaluando a esa persona: ¿quería venir a valorarse o le han obligado a venir? ¿entiende la importancia de las tareas que vamos a realizar?¿ha dormido bien ese día?¿esta triste por alguna cosa que le ha pasado?¿está estresado en el momento de la valoración porque tiene otras cosas en la cabeza?¿nos oye bien?¿nos ve bien?¿quiere participar?¿se siente sólo porque no está su familia con él?…Y así muchísimos otros factores que nos pueden influir.


Así, es imprescindible en todos los casos, y sobretodo en los casos de personas que presentan capacidades diferentes, adaptar los métodos de estudio a la persona que tenemos delante para ofrecer una buena valoración.
Una persona con capacidades diferentes es posible que no pueda realizar las tareas que se presentan de la misma manera que otras personas. Tal vez necesitará que se les repita lo que hay que hacer, que se lo expliquemos con ejemplos o buscar una tarea sencilla que le motive realizar pero a la vez que nos permita valorar aquella función cognitiva específica, o que la evaluación se realice en un momento del día idóneo para ella o él.

Existen herramientas neuropsicológicas adaptadas para la valoración de las personas con capacidades diferentes, pero este ámbito es menos conocido y menos desarrollado que otros. Corresponde al profesional, por un lado, conocer las técnicas y los instrumentos disponibles que nos permitan acercarnos a las funciones cognitivas desde otro prisma, con la empatía necesaria y la capacidad de adaptarse y ser creativo, para evaluar las dificultades cognitivas a fin de poder llegar a una interpretación real de las capacidades de la persona.
Neuropsicóloga clínica en Badalona Serveis Assistencials Profesora asociada UB