Cambios nutricionales en adolescentes y jóvenes con capacidades diferentes en tiempos del covid

El desarrollo de cada persona es un proceso global. Cada niño o niña, adolescente o joven, requiere en su evolución de todos los componentes posibles para sus logros en lo que respecta a su madurez. Decía José Antonio Marina (2004) que “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Según esta idea, asumida unánimemente por profesores, pedagogos, filósofos y psicólogos, el desarrollo de un niño y de una niña tiene enormes vertientes, aristas e influencias desde los cuales bebe cada muchacho con la inquietud de sentirse mejor y más integrado en la sociedad.

En la vida de los adolescentes y jóvenes los cambios que se producen a su alrededor tienen gran influencia en las actividades diarias. Si son importantes las transformaciones con menos transcendencia, ni qué decir tiene que la llegada de una pandemia trastoca en gran medida la vida de los chicos y chicas, en todas las etapas de la vida.

La alimentación y la nutrición son un aspecto esencial en el desarrollo de cada persona. Sin ella, biológicamente no podemos subsistir, pero influye más allá, bien sea por déficit o bien sea por alteraciones en la misma. Son determinantes en el desarrollo biológico de los humano a la vez que se ha demostrado que también son determinantes en el desarrollo psíquico y social Desde los primeros tiempos de la vida, a través de la práctica de la lactancia materna, en la edad preescolar, la etapa de la escuela, así como en la controvertida adolescencia, la nutrición y la alimentación, estarán determinando en ese proceso de conformación de la personalidad y del comportamiento de los humanos.

Existe una estrecha relación entre las alteraciones nutricionales y las psicológicas y se basa en el carácter eminentemente social que tiene la alimentación y la nutrición y por la influencia que puede tener en el desarrollo de los procesos psíquicos fundamentales y sobre todo, por todas las implicaciones psicológicas y en el orden de las relaciones sociales, que puede traer a la par de una alteración nutricional en cualquier etapa, pero especialmente en adolescencia y juventud. Si hablamos de obesidad, la influencia en la personalidad puede ser muy marcada. En la misma medida en que van creciendo, y tienen mayores edades, la actividad es más compleja y mucho más social, se exigen mayores relaciones interpersonales, y por ello, el estado de obesidad limita mucho más sus actividades propias de la edad, que es en definitiva, entre otras, la que determina y da conformación de la personalidad en la edad infanto-juvenil.

La otra parte de la moneda está en la anorexia y es preciso tratar la situación de igual manera que la obesidad desde el plano psicológico. En la adolescencia es frecuente la demanda y aplicación de dietas reductoras, sobre todo, por los conflictos típicos en estas edades con la imagen corporal y por lo significativo y decisivo que resulta la imagen ideal para la integración y aceptación dentro del colectivo. En el caso del estado de obesidad, es mucho más significativo y más intensa la lucha por lograr esa imagen ideal, preferentemente, cuando piensan que pueden lograrlo a través de métodos o vías rápidas, y sobre todo, mágicas. La Educación Alimentaria y Nutricional es extremadamente ineficiente en la población general, y dentro de ella, los adolescentes no constituyen una excepción. Se desconocen las normas más elementales de una alimentación y una nutrición adecuada, y se lucha constantemente contra la obesidad o la anorexia; pero no sobre la base de una Educación Alimentaria y Nutricional que pueda transformar y modificar conocimientos, hábitos y actitudes alimentarios y nutricionales.

La mayor incidencia de la anorexia y bulimia nerviosa se presenta entre las niñas en la fase media, final de la adolescencia e inicio de la juventud.

 
En las familias con hijos e hijas con capacidades diferentes no es diferente la situación que en las familias que no tienen muchachos o muchachas con dificultades. Estos chicos buscan gustar y que les valoran su cuerpo también para ganar terreno en las relaciones o en la imagen que desean dar. A ninguno le es ajeno esta problemática.

La alteración de la vida que se está viviendo desde que comenzó la pandemia ha sido una punta de lanza que ha entrado en las casas de manera significativa. Las experiencias que comparten un grupo de 10 familias a las que se le ha preguntado en qué medida sus hijos con edades comprendidas entre los 14 y 25 años han cambiado su alimentación y qué consecuencias han observado, comentan:

En primer lugar, los padres aseguran que durante la pandemia, tuvieron que controlar las horas de comida y poner horarios de modo rutinario, tanto para poner límites como para obligar a que tomasen el alimento.

Al no tener actividades de manera metódica, con sus horarios, era muy difícil organizar el día a día.

En la otra cara de la moneda está la implicación con el desarrollo psicológico.

Los adolescentes y jóvenes “estudiados” sufren “hiperactividad” en cuanto a su búsqueda constante y obsesiva, pero su personalidad ha sufrido un cambio importante en pasividad, relajación y falta de motivación por hacer actividades.  

En segundo lugar, los progenitores explican que sus hijos manifiestan desde la pandemia una actitud menos exigente y crítica ante la alimentación. En lo que respecta a la repercusión en la personalidad y comportamiento causados por esta situación de no crítica, los chicos y chicas han bajado en capacidad de toma de decisiones y autogestión.

En tercer lugar, los padres comparten que mantienen una lucha desde la pandemia para que sus hijos no busquen solución ante el aburrimiento en la alimentación, bien sea por exageración, bien sea por excesivo control que raye con la obsesión.

La repercusión psicológica de esta situación tiene como línea común la merma de su deseo de aprender y buscar nuevas conquistas.

En cuarto lugar, el comentario de los padres ante la alimentación de sus hijos en tiempo de pandemia es que está teniendo repercusiones en la salud en cuanto a cambios de sueño por mala ingesta. El covid está presentando informaciones constantes monotemáticas. Padres y madres hablan insistentemente de la precaución que han de tener todos por la presencia del coronavirus y la palabra más usada es cuidado y pon la mascarilla.

En la repercusión psicológica se ha visto mermada la actitud de valentía para dar más espacio a miedos y temores. Los muchachos y muchachas no tenían la angustia que han manifestado y manifiestan. Se asustan, preguntan si hay ruidos o cualquier cambio un poco diferente a su alrededor porque tienen menor seguridad. Se frustran con mayor facilidad y tardan en reencontrar el equilibrio lentamente.

Como conclusión, se observa la íntima relación entre factores pandémicos, alimentación y desarrollo psicológico en la vida de los adolescentes y jóvenes con capacidades diferentes. Añaden los padres que sus chicos no están como creen ellos deberían encontrarse a las alturas que está la pandemia.

¿Cuánta importancia ha de darse a la alimentación y a la educación nutricional en familias y el mundo educativo si se quieren superar situaciones adversas?

Jose Fina Rodriguez

Profesora terapéutica, profesora UA y coordinadora educación especial en agustinos, Universidad Alicante

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