La Fundación Demanoenmano fomenta el deporte en personas con discapacidad intelectual, salud mental y poblaciones en situación de vulnerabilidad / exclusión social

“DIS-CAPACIDAD” INTELECTUAL Y DEPORTE

“La finalidad más noble del deporte para las personas con discapacidad es ayudarlas a restaurar la conexión con el mundo que les rodea” 

Dr. Sir Ludwig Guttmann 

Alejándonos  lo suficiente de situaciones y de valores moralmente cuestionables, que en su mayoría vienen derivados de algunos  deportes de alta competición, que paradójicamente se presentan como modelos o referentes a seguir y que a su vez tienen una enorme influencia en la sociedad actual…, entonces y sólo entonces estamos en disposición de señalar el DEPORTE como una fuente de desarrollo integral para las personas. 

Individual o colectivo, el deporte ofrece multitud de oportunidades fundamentadas en su potencial educativo, en su capacidad como vehículo transmisor de valores y en su papel esencial al contribuir durante el crecimiento, el desarrollo y al posterior mantenimiento físico y psicomotriz óptimo del individuo a lo largo de su vida. 

El control de uno mismo, actitud cooperativa y resolución de problemas en grupo, esfuerzo y superación, tolerancia e incluso formas de convivencia democrática… Y si pensamos en  determinados colectivos,  el deporte favorece la igualdad y se constituye como un elemento integrador de enorme valor. Entonces,  ¿es posible que este mismo deporte (no en sí mismo) pueda contribuir a situaciones de segregación social, intolerancia o exclusión? 

Tras años vinculados a la Educación Física y el deporte dentro del ámbito formativo, de la Educación Especial y en estrecha relación en este contexto con personas con DISCAPACIDAD INTELECTUAL, con un alumnado que llega al centro con 12 años y marcha con aproximadamente 20…, hay algunas historias que se repiten a lo largo del tiempo. 

Es significativo como una vez  finalizada la Educación Primaria y su escolaridad es derivada al contexto de la Educación Especial, son pocos/as  los que llegan practicando deporte ordinario y/o federado (generalmente fútbol). Y los que lo hacen,  de forma progresiva acaban abandonando esta práctica durante  cursos posteriores. 

Otra realidad  es el gran número de alumnos/as que jamás han practicado deporte de forma regular ni han formado parte de un equipo. 

La DISCAPACIDAD INTELECTUAL presenta limitaciones y retraso en la adquisición de las capacidades precisamente intelectuales, y en la ejecución de conductas adaptativas al entorno que le rodea.  Ello dificulta el aprendizaje y puede condicionar el desarrollo integral del individuo. Capacidades como la atención, la percepción y la memoria pueden verse afectadas, así como presentar dificultades en la resolución de problemas y en el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas, que pueden condicionar de alguna forma la relación entre iguales y también con los adultos…  Este conjunto acaba provocando que la autonomía pueda llegar a ser  menor en muchos casos que en otra persona de la misma edad. En niños y niñas a edades tempranas y con estas características es también un signo orientativo el retraso en el desarrollo de la motricidad. 

El deporte “ordinario” y deporte de base sigue una línea ascendente en su  dificultad, pasando de una práctica sencilla en su etapa inicial dirigida a niñas y niños pequeños (más lúdica y sin objetivos competitivos), para de una forma progresiva aumentar en su complejidad y competitividad. La exigencia técnica cada vez resulta mayor; la exigencia  táctica  cada vez es más compleja y a su vez implicará más órdenes,  instrucciones y toma de decisiones de mayor carácter abstracto. Paralelamente todo se lleva a cabo con grupos de iguales que en general comparten un desarrollo físico cercano e intereses similares. 

¿Qué sucede cuando niños y niñas con discapacidad intelectual se encuentran en este contexto? ¿Pueden “encajar” con garantías en el funcionamiento general que se establece en el equipo de fútbol, de básquet, de hockey, etc., dirigidos “de forma estándar” a estas edades?  ¿Comprenderán órdenes y/o seguirán las instrucciones que le marque un adulto y que van dirigidas al grupo general? ¿Retendrán en la memoria toda una serie de consignas? ¿Aplicarán en un terreno de juego lo que se acaba de explicar en una pizarra? ¿Comprenden el “pase al hueco”? ¿Mantienen los mismos intereses que el resto de compañeros de equipo? ¿Comparten las mismas conversaciones…? 

El conocimiento o desconocimiento y la consideración o desconsideración de las necesidades específicas que en momentos  concretos requiera una persona con Discapacidad Intelectual, determinará que el recurso del Deporte como vía de desarrollo personal, de integración y en definitiva, de NORMALIZACIÓN…, se convierta en éxito o fracaso.  Y por tanto, si asumimos que el deporte es un agente fundamental para contribuir al desarrollo personal  y que nos permite formar parte de la sociedad…, no nos queda más que a todas aquellas personas que de alguna forma tenemos responsabilidad de posibilitar, promocionar  y gestionar el deporte en cualquiera de sus ámbitos y niveles, velar y garantizar que el deporte esté al alcance de todos/as  y  que a su vez pueda dar respuesta a todas las personas independientemente de sus dis-capacidades. 

Y con conciencia de la diferencia como vía hacia la igualdad de oportunidades, tendremos más argumentos para decidir en torno al camino que consideramos más acertado  para que el deporte efectivamente,  esté al alcance de todos. Inclusivo, adaptado, “Special”,  unificado,  ordinario, etc.  Sabemos de dónde venimos, conocemos el lugar en el que estamos… ¿hacia dónde lo dirigimos?  

Miguel A. Fernández 

CFT Flor de Maig