La sociedad, como comunidad humana en la que todos sus integrantes poseen unas singulares características, y a las que hay que respetar, debe procurar integrar y favorecer a todos sus miembros, tanto desde la educación formal, como desde la no formal. Es decir: atender a esas necesidades especiales que puede requerir cualquier persona y potenciar que también disfruten de su tiempo libre y de ocio, como parte esencial de su formación como personas (Torres, 2002).
Aquellos/as que presentan alguna necesidad especial, al igual que cualquiera que no la tenga, precisan de una programación que establezca y oriente el adecuado uso de su tiempo libre y de ocio, en el que igualmente debería incluirse la diversión y la posibilidad de relacionarse con cualquier otro sujeto, con la mirada puesta en mejorar su calidad de vida.
Ciertamente, y por el tema que se trata, habría que destacar las iniciativas deportivas como una manera de desarrollar favorablemente la vida de aquellas personas que se consideran desfavorecidas. Por tanto, habría que destacar el talante no discriminatorio que poseen las actividades deportivas ya que a través de ellas se presta atención a la diversidad de intereses, motivaciones y capacidades que se ponen de manifiesto en cualquier grupo humano.
Pero, a partir de aquí, planteo una duda: y es que en el momento que se inicia una modalidad deportiva específica que fomenta únicamente el deporte para las personas con discapacidad, ¿no se les está dando más énfasis y por lo tanto, se les está señalando más? ¿Un club para personas con discapacidad, es un club llevado a la inclusión? ¿Es esto lo que se quiere llevar a cabo?
No cabe duda que estas entidades dedicadas al desarrollo de las personas con necesidades especiales son imprescindibles; y además es necesario exponer que los deportes adaptados están organizados y promocionados por las diferentes federaciones deportivas, asociaciones y clubes. Es por esto que también consideramos de interés enfatizar que el deporte, para atender la diversidad como herramienta inclusiva, no debería estar separado ni enmarcado como deporte adaptado.
Difícilmente esta variante se encuentra explícita en las entidades deportivas: en la mayoría de los casos es fruto del azar y son poco frecuentes podemos encontrar el deporte que atiende a esta diversidad con una estructura organizada que además lo potencie y lo difunda.
Según Hernández (2000) el deporte para atender a la diversidad en su perspectiva inclusiva lo entendemos como un proceso hacia la normalización, en este caso deportiva, que no necesita las estructuras organizadas para cumplir sus objetivos inclusivos. No obstante, es necesario que se desarrolle el deporte de manera inclusiva para que así se posibiliten unas adecuaciones para mejorar las competencias sociales y, en definitiva, las interacciones sociales. Para ello, todos/as debemos tener un conocimiento básico en estos ámbitos del deporte, la discapacidad y la inclusión, para poder atender a las personas con necesidades y cumplir así con una demanda social no satisfecha hasta ahora.
Si planteamos un equipo con sus características especiales y lo incluimos en la sociedad deportiva del club —exactamente igual que el cadete masculino o el alevín femenino— ¿impulsaríamos la integración en la sociedad de quienes tienen necesidades especiales? ¿Cambiaría la sociedad su punto de vista para empezar a considerarlos como unos deportistas más?
En definitiva, nos encontramos ante una sociedad que quiere potenciar la inclusión, pero está posicionada para trabajar desde la competición, la cual no evitamos, sino que modificamos. Animamos, sin ninguna presión, con total tranquilidad y la normalidad que la situación requiere, a probar.
Solo tenemos claro que nadie, quedará indiferente.
Cynthia González Pinteño